Todos estamos familiarizados con la palabra “tóxico”. Amigos tóxicos, parejas tóxicas, relaciones tóxicas, trabajos tóxicos… El término se ha integrado a nuestra vida de manera natural, a tal punto que parece que nos hemos acostumbrado y casi vuelto adictos a ello sin reconocerlo.
Antes de identificar si eres una persona adicta a las relaciones tóxicas o no, definamos lo que representa la expresión. Este adjetivo se utiliza para referenciar todo aquello cuya características común es “hacer mal”.
Ese “hacer mal” toma múltiples formas y llega a ser tan subjetivo o ambiguo como la persona lo quiera definir. Para algunos la toxicidad se manifiesta en celos, chantajes, mentiras; para otros es manipulación, ghosting, agresiones psicológicas.
¿Cómo darme cuenta si soy adicto a las relaciones tóxicas?
Aunque la mayoría de nosotros podemos identificar cuando nos encontramos dentro de una relación o situación tóxica, hay quienes sienten que poner fin a este suceso o alejarse de dicha condición está por fuera de su rango de control, o simplemente, asumen una especie de condena bajo el manto del merecimiento.
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¿A qué se refiere esto? Hagámoslo más fácil de entender. Las personas adictas a las condiciones tóxicas creen que merecen el tipo de sufrimiento o caos que le ofrecen sus relaciones interpersonales, ya sea pareja, trabajo, familia o amigos.
A este patrón de conducta se le conoce como “autosabotaje”, y es un mecanismo inconsciente que lleva a una persona a creer que no puede disfrutar de lo que desea, sin antes pagar un precio emocional por ello o sacrificar alguna parte de sí mismo.
¿Por qué ocurre?
Como casi todos los traumas o patrones de conducta, esto se forma por lo regular en la infancia. Muchas personas llegan a edad adulta sintiendo culpa por disfrutar, tener o desear. En otros casos se considera que para adquirir o merecer algo bueno, primero debes sacrificar o perder.
La “adicción a la toxicidad” tiene un origen inconsciente, que nos lleva a actuar incluso en contra de nuestros propios intereses y conveniencia, y esto ocurre por dos razones. Primero, porque en muchos casos la persona o relación tóxica es también un proveedor determinante de amor, seguridad, estatus o compañía.
Y segundo, porque como lo mencionamos en párrafos anteriores, el sujeto sumergido en la adicción tiene un concepto desdibujado del merecimiento y el sacrificio.
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Estos dos factores son los responsables de que estemos aceptando y buscando siempre el mismo tipo de relaciones insanas, puesto que es la única forma de interactuar e intimar que el sujeto ha conocido toda la vida.
¿Cómo cambiarlo?
Romper esas ideas limitantes no es un trabajo que se realice de la noche a la mañana, requiere de un proceso sincero y profundo para despejar el desconocimiento que tenemos de nosotros mismos.
Una vez entendemos e identifiquemos las razones que nos llevaron a pensar de esta manera, inicia el proceso de soltar las ideas que nos llevan a creer que no merecemos estar bien, que no merecemos disfrutar o que no merecemos que alguien nos quiera sin condiciones, sin miedos y sin toxicidad.